martes, 25 de enero de 2011

Todavía ayer

El tiempo; esa palabra mágica y vacía a la vez, ese espacio indefinido al que recurrimos cuando las heridas no cierran bien. El tiempo es como un refugio inútil, porque en mitad de él, nos lamemos las heridas, heridas a las que le caen puñados de sal...
Llega un momento que la fortaleza se reconstruye, la fachada se recompone...detrás de un ancho y alto muro es muy difícil mirar...y la fortaleza sólo cae por dentro...aunque a veces, como con la fuerza de una marea viva, se desborda...El equilibrio es algo tan frágil...
A veces, necesitamos odiar, como un camino para olvidar, como un desahogo a algo que va explotar por dentro, tarde o temprano. Lo bueno es que el odio no puede ser eterno. Dicen que se pasa a la indiferencia. Incluso al olvido. Y a veces, sólo queda lo bueno... El ser humano necesita olvidar ciertas cosas para seguir, porque si no es así, camina haciendo círculos, hasta que desaparece enterrado en la propia órbita que marcan sus pies...
Fue así, con lo bueno y con lo malo. Y lo bueno, aún es capaz de emocionar, de mover algo dentro que nos recuerda el sentido de un acto tan normal como respirar... y a una altura indeterminada del estómago surge algo que llamamos melancolía...Nada se repite en esta vida, hay días parecidos, pero nunca iguales. Y hay días marcados en la memoria y en el corazón, como si hubieran sucedido ayer. Quedarán ahí, aunque las páginas del libro de la vida pasen y pasen, mientras se acumulan mas y mas vivencias. Sabemos que son cosas para no olvidar. Sentirse tanto por primera vez ,es algo mágico. Pero siempre es factible que se repita, algún día tarde o temprano...
Siempre parecerá que todo pasó ayer. Todavía ayer.