martes, 24 de julio de 2012

Allí donde solíamos gritar

"Ya está, ya hay paz..."

El silencio lo ha inundado todo, un silencio espeso e incómodo,
viene cargado de una indiferencia que lo convierte todo en invisible,
el último expreso de medianoche pasó ya hace algún tiempo,
y se fue por una vía de esas que son tan solo de ida sin vuelta.

A veces duele el silencio, se mete por dentro y no deja dormir,
la carcoma no descansa por la noche, porque se distrae por el día,
nadie tiene la culpa, la vida es sólo esto, un juego de esos,
en los que uno decide si gana o pierde, solo depende de uno mismo...

Cuando el silencio se marche, cuando vuelva el ruido, el bullicio,
la noche, el día, el sol, la luna, la gente por las calles,la música a sonar...
cuando ya no duela el recuerdo de los gritos lanzados al aire...
volveré a gritar, y lloraré de alegría..."Ya está, ya hay paz"

A veces merecen la pena unos segundos, unos minutos, unas horas,
porque lo que no vivimos, lo que dejamos de vivir, también duele,
y si, aunque sea por un momento, vemos el brillo del amanecer,
pese a que duela, y a veces mucho, habrá merecido la pena.

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